miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un día más

El otro día fue un día lindo la verdad.

Ha llegado el invierno y aquí hace ya un frío horroroso, le pregunte a la señora con la que vivo, Marga que donde podía ir a comprarme ropa, por con lo que traje estaba pasando un suplicio. Al principio me contesto algo arisca, es su carácter, parece reacia a todo, me dijo que si eso me fuera al centro de Madrid, a la gran vía, a sol...esa zona. Yo no he estado mucho por allá, una vez acompañe a una chica de la uni a comprar un libro pero poco más. Así que empecé a preguntarle como llegar... El caso es que poco a poco empezó a describirme cosas, me contó que en esta época todo parece más bonito porque ya empiezan a poner las luces de navidad, que se ve a la gente comprando regalos para sus seres queridos, que cuando su marido vivía iban juntos a pasear por el retiro y compraban castañas, yo no he probado nunca las castañas, le pregunte que como sabían y me miro sorprendidisima. Al final le acabé proponiendo que me acompañara, casi le rogué, le argumente diciendo que yo sola me iba a perder, que tenía que estudiar y no podía perder tiempo buscando tiendas que no iba a encontrar, al final vino, por supuesto muy digna ella, como concediéndome algo, en el metro iba lago callada y se limitaba a contestar las cosas que yo le preguntaba, pero al bajarse se transformó, comenzó a andar con energía por la s calles, me llevo a comprar la ropa, me enseño las luces que aun no estaban encendidas, se sonreía para ella en algunos momentos como recordando cosas. Le propuse ir al retiro y me miro con emoción contenida. Fuimos y se puso a ver a los malabaristas tan contenta,¿quién me lo iba a decir?.. me llevo al embarcadero y me contó algún momento con su marido que recordaba como si fuera un tesoro y ...por primera vez desde que estoy aquí me pregunto por cosas de mi país...timidamente al principio y luego más animada, le hable de mi familia, de la escuela, del ambiente, de las cosas que recordaba. Finalmente yendo al metro encontramos un puesto de castañas y Marga me compró unas pocas.. me queme pero no dije nada. La verdad que de sabor no me encantaron pero fue reconfortante tener su calor en el bolsillo, y sobre todo el gesto de Marga. Volvimos a casa más despacio, porque Marga no suele irse tan lejos y ya estaba cansada. Fue como ya he dicho un día lindo para mí, porque sentí que nuestras vidas tan diferentes se habían acercado algo más. 

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