viernes, 19 de noviembre de 2010

el avión de la esperanza-cuento 3

Me di cuenta cuando tenía unos...once años, estaba enfermo, me habían avisado desde pequeñito "no es natural la relación entre dos hombres, es característica de enfermos mentales" eran muy rigurosos en ese sentido, no tenía perdón de dios. Me entristecí mucho cuando me di cuenta de que yo tenía la desgracia de padecer esta enfermedad, no se lo dije a nadie, esta claro, sabía perfectamente que no tenía cura, la gente que la sufría era atacada,encerrada o simplemente desaparecía. Me pase la mayor parte de mi adolescencia fingiendo, era más fácil que otra cosa, y lo hice bien, todo el mundo me creyó. Asumí que lo mejor era ignorarlo, yo no sería una de esas persona que se enamoran, oyen campanitas y sienten la pasión.
Un verano llegaron un grupo de jóvenes, tendrían unos veinte años como yo. Venían de Francia y eran gente moderna, con ideas vanguardistas. Crearon espectación... venían hablando de cosas como la libertad de expresión, la igualdad de condiciones y otra serie de ideas que en mi entorno en seguida fueron calificadas de estupideces. Uno de ellos era muy abierto con nosotros, todos en general, pero este en concreto me marco, sentí cosas que no había sentido nunca y a las que ya había renunciado, me parecía la persona más maravillosa del mundo. Me enamoré. Él parecía sentir lo mismo, estaba pendiente de mí, me cuidaba, pero yo tenía miedo, la gente nos miraba con desprecio cuando andábamos juntos por la calle. Empezamos una relación a escondidas, él se enfadaba porque no entendía mi pánico. Un día paseando de la mano por la calle nos encontramos a una patrulla militar. Empezaron haciendo preguntas cada vez más comprometidas,él se enfado...gritó. Se llevo un puñetazo y a mí me amenazaron con el encierro...era obvio, solo cuestión de tiempo, en mi sociedad era imperdonable lo que estábamos haciendo. Según se acercaba el fin al del verano yo me iba entristeciendo más y más, él me hablaba de su país de que podríamos ir de la mano por la calle, e incluso besarnos, yo no me lo podía creer. La noche antes de que se volvieran llegue a mí casa y vi que me había hecho la maleta, y entonces lo decidí. Mis padres se entristecieron, pero me preferían vivo antes que de cualquier otra manera. Me subí al avión de la esperanza con él.
Para mí el cambio de país supuso la cura de mi enfermedad, fui aceptado y querido, y nadie me rechazo por mi forma de ser.

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